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Pasó el tiempo. Conocí a la Bestia. Fue durante una de esas cenas donde solo se habla de trabajo. Alguien advirtió el magnífico futuro que me aguardaba en la compañía. Sentí pavor. Meses después me acuchillarían. Ella venía con alguien, no recuerdo. Parecía relajada, indiferente ante todo lo que allí se ventilaba. Vestía de negro, camisa ceñida, falda a juego y unos tacones altos que se esmeraba en hacer sonar cada vez que se ausentaba para ir al baño. ¿Me disculpáis?, se excusaba una vez de pie, como para que todo el salón la escuchara. Era una hija de puta muy refinada. Le miré el culo y las piernas. Al segundo plato me lanzó las preguntas de rigor, como iniciando un ritual de apareamiento que rápidamente sentí no venía a cuento. Me recosté aún más en la silla y me limité a balbucear monosílabos. Sin embargo, para la tercera pregunta ya la tenía a unos centímetros de mi cara: ¿Eres melancólico o de los que se guardan la rabia? Le hubiera soltado una hostia en aquel momento. Lo notó. Nos perdimos a mi casa en las primeras copas y subíamos en el ascensor cuando me preguntó si estaba enfadado. No. Nada más entrar, le indiqué que se quitara la ropa; yo prepararía algo de beber. ¿No prefieres hacerlo tú? La abofeteé y no volvió a decir palabra. Con un gesto señalé la silla donde debía sentarse, junto a la cama, y le entregué un libro blanco del que recitaría estos versos favoritos:.
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"Esta noche te tomo entre mis brazos.
Mi arcadia. Bajo ella el tesoro.
Mi más preciado objeto
sepultado en penumbras.
.
Debiera hoy mi existencia
desflorarse en llama viva
y durar, casi como una rosa
poco más de un día, y con todo
apenas más que una noche fresca.
.
¿Para qué este naufragio indescriptible
que a la superficie se lleva
orillando nuestro corazón
desfallecido? ¿A qué debemos esto?
Al recuerdo de aquello que fuimos y no somos
al dolor, que aún no hemos olvidado
al deseo que nos esclavizó
al propio corazón
que casi ha dejado de escucharnos".
.
Tumbado en la cama me entregué al ritmo de aquellos versos conocidos, voces que desde tan lejos trajeron tu olor y tu tacto a mi memoria.

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