Duermes mujer blanca serena a mi lado, errante estrella de mar, fresca, armoniosa, venida de un océano singular de aromas desconocidos. En tu extensión yo te llamo a lo más puro, a la tez de cobre pálido, al crisol de las pupilas, a los almendros blanqueados, como te llamo a la floresta y a los perfiles del campo que en tu pecho se dibujan entregados. Yo te llamo al silencio de este momento encantado y a la quietud de tu cuerpo, ínsula sin desembarco. Y a las luces, amor, yo te llamo, que acompañen mi vigilia como al naúfrago es el faro, mientras duermes mujer blanca serena a mi lado.
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