No la toques, que así es la rosa (*) | Blog de Juan Luis Miranda

19/10/06

No la toques, que así es la rosa (*)

La compasión es el anestésico del superviviente, fuente de adjetivos y prelación de culpables, velo del conocimiento de las cosas mismas que limita el dolor a un breve episodio de clarividencia sobre nuestra propia fatalidad: mañana todo será un mal recuerdo. Mientras tanto, cada día millones de personas encuentran su final en fosas y crematorios. Sin compasión, la Humanidad se sentaría sobre su propio trasero esperando el Fin.

Mayor compasión cuanto más extraña es la manera de morir. Los inocentes se llevan la palma. Ante el cataclismo, mujeres y niños primero. En efecto, la igualdad es contradictoria al Universo, orquesta de desiguales en frágil equilibrio, máquina infalible de Orden y Caos. Su sola pretensión es ya un total fracaso que nos aboca a una existencia de frustraciones. Construimos y destruimos, alternativamente, aparentemente. ¡Si todos adjetiváramos del mismo modo, lograríamos detener la rueda maléfica que hace girar el mundo! Igualitarismo pasional del nuevo milenio, otra tentativa, otro error.

Madre de la compasión, la ignorancia es la primera causa de mortalidad en el mundo. La demagogia, su más destellante reflejo. Incapaces de encontrar nuestro lugar en el universo, perdidos, nos lanzamos a un caótico desenfreno: exceso de velocidad, exceso de carne, exceso de buenas intenciones... mientras, el Orden aguarda paciente para manifestarse en el opuesto: exceso de cadáveres, exceso de hambre, exceso de incumplimientos. La conciencia hace su trabajo: más anestesia, más Caín. Como éste, el poeta se vislumbra, siendo siempre y tan solo, un Hombre en la distancia. Culpable de liberar su conciencia de ser, no interviene, no pretende, no teme. Con los adjetivos se repara el alma.

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