Si estos versos me ayudaran
a mudar en frescas flores,
amorosas y plácidas,
esta queja devastadora…
Si estos versos me sirvieran
para abrir la espoleta de tu mente,
como un santo grial poseería
la palabra totalizadora, enorme.
Si estos versos te llevaran
de este vendaval silente los rumores
a tu casa, morirías
por su pálpito asfixiante.
10/11/06
7/11/06
Jesús, el primer comunista
Un ignorante vino anoche a azuzarme con la misma sentencia sesentayochista y panfletaria según la cual se otorga al Nazareno la calidad de ser el primer comunista de la Historia. El tema es cansino, pero en la caridad también hay lugar para la pedagogía.
Baste recordar aquí que con la Guerra Fría, toda vez que el afianzamiento de los dos bloques no permitía a los prosoviéticos forjar la revolución desde el vértice de las instituciones capitalistas y opresoras, la infiltración de quintacolumnistas (aclaro, aquellos que trabajan contra el sistema dentro del sistema) estaba a la orden del día. La Iglesia Católica no fue una excepción: numerosos ejemplos como los curas de la Teoría de la Liberación, so capa de los movimientos revolucionarios que anegaron de sangre América Latina; las iglesias filoterroristas como la Vascongada en España, como también en el resto de la Europa católica, acaso sin medios violentos pero con una amplia implantación e influencia como la enorme red parroquial de la nueva iglesia, donde movimientos como la JOC (Juventudes Obreras Cristianas) creaban desde la base un caldo de cultivo propicio para construir una nueva idea de Jesús y de su pastorado. Se trabajaba así con el doble objetivo de, por un lado, debilitar el mandato papal creando corrientes contestarias internas (y, por tanto, virtualmente legitimadas) y, por otro, atraerse, cuando no el apoyo al menos la simpatía de un porcentaje amplio de población creyente que sin embargo jamás comulgaría con las tesis socialistas sino a través del vuelo de las sotanas. En este sentido, el Concilio Vaticano II no fue más que un gesto a la galería, plagado de guiños con los que aparentar estar a la cabeza de esta corriente de cambio a la espera de tiempos mejores: la Caída del Muro liderada por Wojtyla.
Pero yendo al fondo del asunto y en lo que atañe, por poner un ejemplo, al derecho de propiedad y en referencia a la obediencia debida a los Diez Mandamientos que imponía vía tradición el propio Nazareno, el Octavo formula un mandato de diáfana claridad: "no robarás". Es claro que solo es posible tal acto sobre una cosa propiedad de otro, pues no es posible robarse a uno mismo. Esto lo entendió perfectamente desde el ladrón que clavaron junto a Jésús (señora Regás, no insista con que éste era Barrabás, se lo ruego) hasta el Dioni pasando por Luis Roldán, a excepción de mi querida ex-profesora de Derecho Constitucional (qué hice yo para merecer aquello) y hoy Ministra de Cultura (qué ha hecho España para merecer esto) doña Carmencita Calvo Poyato, quien afirma que el dinero público no es de nadie. ¡No está mal la cosa!
Sea como fuere, este argumento queda totalmente refutado por el propio Décimo Mandamiento, que dispone no codiciar los bienes ajenos y, en el caso que nos ocupa, mientras es el Partido (representación del Estado) quien detenta dicha propiedad colectiva, es el Pueblo el sujeto legitimado en dicha propiedad, aunque no la detente. Hay que reconocer que el invento no está mal pergeñado. Es más, y para disipar cualquier duda, jamás el Nazareno habló de Estado ni cosa que se pareciese, sino de una Tierra donde los hombres habrían de conducirse según sus enseñanzas y un Cielo donde alcanzarían la gracia de Dios: "Mi Reino no es de este mundo". Y todo ello sin olvidar que tampoco Jesús fue ningún asceta. Muy al contrario, no fueron pocas las ocasiones en que visitó y se hizo acompañar de amigos no poco enriquecidos en lo material; tal fuera el caso de Lázaro, a quien regresó de entre los muertos (por cierto, se volvió a la tumba sin apenas decir esta boca es mía), y a quien emplazó como a todos los ricos a entregar sus riquezas a los pobres, bien es cierto que a través de la caridad, algo muy diferente a -dicho sea de paso- un Estado que requisa los bienes de los individuos con extrema opacidad y en no pocos casos haciendo uso privativo de los mismos sin más fundamento jurídico que esa cosa tan indigesta, tan reaccionaria y lamentablemente aún tan de nuestros días como la leyenda "en nombre del Pueblo".
4/11/06
Madre
Si fuere como se apellidara el castellano hidalgo don Alonso, si Quijano o Quijada, o Quesada, no es muestra sino de la universalidad de un personaje síntesis de ambigüedad y ubicuidades, paradigma de Hombre, viajero incansable entre la realidad y el sueño.
La Mancha fue a Castilla lo que Sancho a su amo, a la vez todo y ser en parte, llanura depauperada en soles y areniscas, de ligeros veneros de agua y luz y umbrosas cábalas de alcornoque.
Castilla creo España y España mato a Castilla para mudarla en dos, en tres, en diecisiete Castillas. “No olvides Sancho, que toda afectación es mala”. Diecisiete Cortes y apenas una mala Corona, baratarias pedregosas, levantiscas, de ensoñaciones y quimeras, burdas y pervertidas.
Desde este otero, en sueños presiento, creo oirlos, vencidos sobre el Rucio y el rocino, a escudero y amo, por la línea del horizonte. A resguardo Castilla, madre nutricia a la que siempre nos es posible volver.
28/10/06
Jenny Ekholm III
Todavía puedo recordar el suave trazo de sus perfiles pálidos, orillada, cuando los primeros claros del día alboreaban, a mi lado. Sumida quien sabe en qué paisajes, parecía toda ella una secreta flor de luz que me azotaba, luego de bañarme el pecho de azahares y ahuyentar las alimañas que pronto - dijo- llegarían con su ausencia, cuando sin ella saberlo ya en silencio en mi habitaban, feroces al acecho de tenerme frente a frente y al punto destrozarme en mil pedazos. Así que cada instante lo tuve por el último, y no sé si era yo o fue mi furia quien desquiciada a ella se aferraba, como se enreda la agonía con la muerte, como se abraza un naúfrago a una tabla de inútil esperanza. Poco antes del final me arrebató el miedo y quise hacerla mía y retenerla cuando, tomando su rostro entre las manos, me entregué a un beso definitivo.
23/10/06
Tradición y gimnasia
A estas alturas de la vida, uno hubiera querido ser agricultor o ganadero europeo, gordo y lustroso como animal de abrevadero, espongiforme y trotón. Si no vienen lluvias, lloverán dineros. Y la remolacha a precio de ternera. Es la comuna terrateniente que lastimera vuelve siempre disfrazada de Marinaleda.
Decía mi bisabuela que esa izquierda campesina se muda a derechas nada más aprende a comer con cuchillo y tenedor, lo que -dicho sea de paso- no va en menoscabo de que a mí como a ella me parezca mala cosa eso de que la gente se siente a la mesa con decoro, se asee el morro a cada trago y no alterne mascada con mascullo, pues por todos es sabido que si feo está hablar con la boca llena peor es hacerlo con el cerebro vacío, pero de ahí a tener que llenarles la olla sine die con los impuestos de todos es una vergüenza y un atraco, además de una pervesión del lenguaje, cuando la propia naturaleza de la subvención va ligada a la coyunturalidad, nunca como solución definitiva. ¿Quién les quitará la prebenda?
Es esta nueva España plurinacional, lugar común incluso para quienes obsequiosos se esmeran en el pago del impuesto, como ese fraile de los fogones, Arzak, pagano del impuesto revolucionario, verdadero arcano de esa gastronomía vasca infinita en aromas y matices, capaz de sentar a la misma mesa al PNV, - derechón, tradicionalista y católico-, y a la izquierda asesina, marxista y atea (en esta incluyo, para no iniciados, al PSOE, tan dado a torturar, asesinar y enterrar gente en cal viva). En estos días, unos y otros aguardan sin perderse de vista por si el gudari levanta o no la piedra o el cóctel, que ya se sabe que, en Vascongadas, tradición y gimnasia es todo uno. Aireados van mandiles y sotanas. Bálsamo de perejil. Arguiñano a los altares de la Iglesia vasca.
Uno, que no pasa de ser castellano austero, con poca cosa se vale, acaso unas olivas, un poco de queso y, a ser posible, algún remojón de vino, ya que en nada hago de menos ni sotana que alimente mi conciencia ni mandil que apacigüe la bulla de mis entrañas, que para ambas cosas me basto y me sobro mientras los brazos y las entendederas no me fallen para trabajar y pagarme la libertad de gritarles a la cara: ¡NO!
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