Blog de Juan Luis Miranda

23/10/06

Jenny Ekholm II

Duermes mujer blanca serena a mi lado, errante estrella de mar, fresca, armoniosa, venida de un océano singular de aromas desconocidos. En tu extensión yo te llamo a lo más puro, a la tez de cobre pálido, al crisol de las pupilas, a los almendros blanqueados, como te llamo a la floresta y a los perfiles del campo que en tu pecho se dibujan entregados. Yo te llamo al silencio de este momento encantado y a la quietud de tu cuerpo, ínsula sin desembarco. Y a las luces, amor, yo te llamo, que acompañen mi vigilia como al naúfrago es el faro, mientras duermes mujer blanca serena a mi lado.

20/10/06

Jenny Ekholm I

Eras mi vida vestida de alma
como la lluvia envuelve al árbol
de su coraza pálida,
como el fuego asola mis campos y mi hacienda
movido de un fuego definitivo.

Habitan en mi hogueras inextinguibles
que ahogan mi pecho
y adicto a sus destellos
encuentro más placentero
el desierto que el mar.

Por ti, renegué del verbo
que aplica firme la distancia
y quise silenciarme
en la más negra ausencia,
en la profunda soledad de mis ingenios.

Por la planicie infinita, entre alacranes,
vago hasta desvanecerte en mi memoria.
Mas sé que llevo en mi
cosidas las llagas de tu olvido.

I

Soy atributo de tu cuerpo que el tiempo amputara,
los huesos rotos que dejaste tras de tu partida.
Vuelves hoy, amor, a regalarte
¡Lloviendo en mi tus amapolas encarnadas!

19/10/06

Canto a morir I

Atrona esta tierra un pico
exhala al cielo una pala
palabras del corazón mío.
Pala pico, pico pala.

Blanco almendro florecido,
linterna de amor, extática
pira en que yazco vencido.
Pala pico, pico pala.

¡Qué seco ritmo a este nicho
apronta perfil de morada
eterna bajo los lirios!
Pala pico, pico pala.

No la toques, que así es la rosa (*)

La compasión es el anestésico del superviviente, fuente de adjetivos y prelación de culpables, velo del conocimiento de las cosas mismas que limita el dolor a un breve episodio de clarividencia sobre nuestra propia fatalidad: mañana todo será un mal recuerdo. Mientras tanto, cada día millones de personas encuentran su final en fosas y crematorios. Sin compasión, la Humanidad se sentaría sobre su propio trasero esperando el Fin.

Mayor compasión cuanto más extraña es la manera de morir. Los inocentes se llevan la palma. Ante el cataclismo, mujeres y niños primero. En efecto, la igualdad es contradictoria al Universo, orquesta de desiguales en frágil equilibrio, máquina infalible de Orden y Caos. Su sola pretensión es ya un total fracaso que nos aboca a una existencia de frustraciones. Construimos y destruimos, alternativamente, aparentemente. ¡Si todos adjetiváramos del mismo modo, lograríamos detener la rueda maléfica que hace girar el mundo! Igualitarismo pasional del nuevo milenio, otra tentativa, otro error.

Madre de la compasión, la ignorancia es la primera causa de mortalidad en el mundo. La demagogia, su más destellante reflejo. Incapaces de encontrar nuestro lugar en el universo, perdidos, nos lanzamos a un caótico desenfreno: exceso de velocidad, exceso de carne, exceso de buenas intenciones... mientras, el Orden aguarda paciente para manifestarse en el opuesto: exceso de cadáveres, exceso de hambre, exceso de incumplimientos. La conciencia hace su trabajo: más anestesia, más Caín. Como éste, el poeta se vislumbra, siendo siempre y tan solo, un Hombre en la distancia. Culpable de liberar su conciencia de ser, no interviene, no pretende, no teme. Con los adjetivos se repara el alma.