Blog de Juan Luis Miranda

26/10/08

Una bala

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- Pistolero 1: Las cosas que me dijo a mi, no se dicen si no las sientes de verdad.
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- Pistolero 2 (irónico): Me dijo mi amor que solo se casaría conmigo. Que ni el mismo Júpiter le importaba. Pero lo que una mujer le dice a su amante son palabras al viento, o se las lleva la corriente.
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- Pistolero 1: ¡Dios, qué bueno. Lo voy a apuntar!
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- Pistolero 2. No. La poesía no funciona con putas.
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Diálogo de la película El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford. Banda sonora de Nick Cave.

22/10/08

Santa María de la Cabeza


Vivir cada minuto como el último es motivo suficiente para no tener nada que reprocharse a uno mismo. No hubo un ahora, como tampoco hubo un adiós, ni siquiera un hasta pronto. Como únicamente saben hacer los locos y los viejos marinos que embarcados a su nave se alejan, mar adentro, sólos y sin despedida.

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¡Qué ironía! Enredadas hoy se tejen entre ellas las palabras, enhebrando esta soga amarga que nos vincula, igual que una letanía, una plegaria. Entonces, cuando me tocabas, ni el rumor incesante de mi pecho se elevaba por encima de tus silencios. Tus silencios. En aquella casa aquietada, tu cuerpo me era un mar de infinitas travesías.

21/10/08

Como un animal (2000)














Los días de sábanas blancas
murieron, como mueren las flores
borracho de aguardiente y sudores
enfermo al apuntar el alba.
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Mudáronse en piedra los lazos
de otoño esperaba en tu acera
mi mente movías como una veleta
al primer impulso de un sincero abrazo.
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Y ahora que me eres fiel como un animal
no habrá dios que penetre mi piel brutal.
Hombre y hambre de amante
persiguiendo un instante
que se llevó la vida.
Una sombra distante
de aquella que eras antes
que me llevó a decirte adiós.
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Cuéntame una y otra vez amor
cómo que perdí lo que tenía
buscamos los dos beber del alma mía
o el alma misma se consumió.
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Después de que todo acabara
el llanto guardaste en un bolsillo
ya nunca jamás volví a ser el mismo
niño que en tu acera esperaba.

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(a Marisol, por nuestra juventud)

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11/10/08

Jenny Ekholm VIII

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Desconjunto sin pasado
ya no te conozco.
y ríes al pronunciar
mi nombre: Prometeo.
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Alzaría los ojos
si no te amase.
Un solo parpadeo
te helaría la sangre.
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29/9/08

Jenny Ekholm VII

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Pasó el tiempo. Conocí a la Bestia. Fue durante una de esas cenas donde solo se habla de trabajo. Alguien advirtió el magnífico futuro que me aguardaba en la compañía. Sentí pavor. Meses después me acuchillarían. Ella venía con alguien, no recuerdo. Parecía relajada, indiferente ante todo lo que allí se ventilaba. Vestía de negro, camisa ceñida, falda a juego y unos tacones altos que se esmeraba en hacer sonar cada vez que se ausentaba para ir al baño. ¿Me disculpáis?, se excusaba una vez de pie, como para que todo el salón la escuchara. Era una hija de puta muy refinada. Le miré el culo y las piernas. Al segundo plato me lanzó las preguntas de rigor, como iniciando un ritual de apareamiento que rápidamente sentí no venía a cuento. Me recosté aún más en la silla y me limité a balbucear monosílabos. Sin embargo, para la tercera pregunta ya la tenía a unos centímetros de mi cara: ¿Eres melancólico o de los que se guardan la rabia? Le hubiera soltado una hostia en aquel momento. Lo notó. Nos perdimos a mi casa en las primeras copas y subíamos en el ascensor cuando me preguntó si estaba enfadado. No. Nada más entrar, le indiqué que se quitara la ropa; yo prepararía algo de beber. ¿No prefieres hacerlo tú? La abofeteé y no volvió a decir palabra. Con un gesto señalé la silla donde debía sentarse, junto a la cama, y le entregué un libro blanco del que recitaría estos versos favoritos:
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CANTO A MORIR X
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"Esta noche te tomo entre mis brazos.
Mi arcadia. Bajo ella el tesoro.
Mi más preciado objeto
sepultado en penumbras.
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Debiera hoy mi existencia
desflorarse en llama viva
y durar, casi como una rosa
poco más de un día, y con todo
apenas más que una noche fresca.
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¿Para qué este naufragio indescriptible
que a la superficie se lleva
orillando nuestro corazón
desfallecido? ¿A qué debemos esto?
Al recuerdo de aquello que fuimos y no somos
al dolor, que aún no hemos olvidado
al deseo que nos esclavizó
al propio corazón
que casi ha dejado de escucharnos".
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Tumbado en la cama me entregué al ritmo de aquellos versos conocidos, voces que desde tan lejos trajeron tu olor y tu tacto a mi memoria.