.
Nunca fuimos unos supervivientes. Estábamos equivocados hermano. De los tres, acaso tu y yo éramos los más inteligentes, pero nunca fuimos los más listos. No. No hace falta que mires hacia atrás para comprobarlo. Nada hay más bastardo que la memoria de lo propio. Basta con que eches un vistazo a tu alma, cosida a dentelladas. Comprobarás que no salimos indemnes.
.
Conoce al niño y conocerás al hombre. Confiábamos en nosotros mismos, nos presentábamos al mundo voraces y vivimos, no a nuestro antojo, sino como dictaba nuestra conciencia, con el impulso moral que da perseguir un ideal. Dime, ¿recuerdas el tuyo? ¿lo mantienes? Y si así fuera ¿te complace?
.
Nuestros muertos y nuestros desaparecidos han dejado algo más que una ausencia. Espero que unos y otros hayan encontrado su lugar y no imaginas cuánto me alegraría saber que ha sido así, tener noticias de ellos. Hasta los envidio en su potencia. Nunca ambicioné otra cosa que huir, escapar de este mundo doliente y deforme, feo. Nunca tuve cojones para quitarme de enmedio. Vivo -no encuentro ahora un verbo que describa esta inacción, lo siento- dentro de otro, un frio fantasma que inventé un mal día y que me cobija. Espantoso, como espantoso es no saber si ir o huir de uno mismo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario