Vivimos tiempos en los cuales cualquier individuo subido a un avión se metamorfosea en intelectual enraizado, volcán de percepción y conocimiento que todo lo arrasa en su juicio crítico. "Me gusta viajar" como máxima expresión del ideario vital del idiota occidentalizante. Luego, la exhibición como resultado: he estado en India; no lo puedes ni imaginar. Para rematar, la constatación: el álbum de fotos.
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En lugar de una experiencia vital, este viajar más bien parece una misión expedicionaria en busca de hechos incontrovertibles: veis, pobre ignorantes, YO conozco la verdad última de la cosas y regreso con las pruebas de este mi nuevo conocimiento recién adquirido. Y es ese regreso determinado y cierto lo que lo hace aún más mezquino y repugnante. Recuerdo siendo pequeño: Ve, oh ve, viajero en el sueño, más allá de lo posible, más allá de lo conocido (La voz, C.Baudelaire).
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El japonés ha sido quizá el pueblo más viajero en los últimos cincuenta años. Poco o nada les ha servido para invertir el ciclo centrípeto de su cultura milenaria. Nos causaba hilaridad verlos como hormiguitas en nuestros museos, en nuestros comercios. Nuestro idiota occidentalizante hoy no es más que un remedo de éstos, ataviado de maquinitas, nuevo armamento reproductor de pruebas incontrovertibles.
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Yo lo vi, me dirá acodado en la barra del bar, cuando este caluroso agosto madrileño se desvanezca y el calendario, de allende los mares, regrese a nuestro héroe pertrechado de verdades insoslayables que la rutina pronto cubrirá de polvo y ceniza.
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Ella acaba de llamar, y no dejo de preguntarme por qué no le he dicho que deseaba verla. A veces me siento como gallo de campanario.
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En lugar de una experiencia vital, este viajar más bien parece una misión expedicionaria en busca de hechos incontrovertibles: veis, pobre ignorantes, YO conozco la verdad última de la cosas y regreso con las pruebas de este mi nuevo conocimiento recién adquirido. Y es ese regreso determinado y cierto lo que lo hace aún más mezquino y repugnante. Recuerdo siendo pequeño: Ve, oh ve, viajero en el sueño, más allá de lo posible, más allá de lo conocido (La voz, C.Baudelaire).
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El japonés ha sido quizá el pueblo más viajero en los últimos cincuenta años. Poco o nada les ha servido para invertir el ciclo centrípeto de su cultura milenaria. Nos causaba hilaridad verlos como hormiguitas en nuestros museos, en nuestros comercios. Nuestro idiota occidentalizante hoy no es más que un remedo de éstos, ataviado de maquinitas, nuevo armamento reproductor de pruebas incontrovertibles.
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Yo lo vi, me dirá acodado en la barra del bar, cuando este caluroso agosto madrileño se desvanezca y el calendario, de allende los mares, regrese a nuestro héroe pertrechado de verdades insoslayables que la rutina pronto cubrirá de polvo y ceniza.
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Ella acaba de llamar, y no dejo de preguntarme por qué no le he dicho que deseaba verla. A veces me siento como gallo de campanario.

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