Merece al menos una reflexión la aparentemente rápida concienciación de buena parte de la población mundial ante el fenómeno comunicativo del llamado cambio climático. Digo comunicativo, porque es curioso que ni el hambre, ni la analfebetización, ni las pandemias, hayan tenido una cobertura tan amplia y unos tintes tan catastrofistas en los medios de comunicación como con esta nueva pseudoideología, exenta como está de pruebas concluyentes que nadie rebate como, por ejemplo, la expansión aún sin freno del IVH. Por el contrario, con un apoyo sin precedentes, se ha impuesto este axioma irrefutable que alcanza a condenar a aquellos científicos que, en su atrevimiento, cumplen con su oficio y vocación poniendo en tela de juicio ciertos análisis y conclusiones.
La comunidad científica no es unitaria, por lo que habremos de quedar a la espera de estudios que arrojen conclusiones más precisas. Lo lógico, lo racional, es adoptar una postura excéptica. Pero cuidado. Vivimos tiempos en que, si al llamar la atención sobre un individuo que se cuela en la cola del autobús da la coincidencia que es marroquí, atengámonos a la nueva lógica del reproche social: lo noticiable no es que él sea un maleducado; es que tú eres un racista. Pues eso.

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