Qué solos estamos amor, que hasta la escarcha silente nos abandona. No somos más que un inútil lamento de despedida. ¡Quién podrá negarlo! Abrázame pues, que nada haga sospechar que nos despedimos con amargura. Quede así la atmósfera aquietada y pose la mariposa dulcemente su vuelo en la orilla de los tiempos, sin dejarse vencer. Que este amanecer ya próximo no sea mas que el tránsito a la vida y en todo lo alto el sol de enero te descubra… ¡por fin, siendo tú en tu ser ya tuyo! …¡te descubra en un abrazo desnudo de ausencias!
1/1/07
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