Una economía en libre competencia es el mayor reto de cualquier opción liberal: adelgazar drásticamente el Estado, ya que esa es la mejor y más rápida manera de tecnificarlo y de moralizarlo. Una tarea ardua, en efecto. Crear economías de mercado, de reglas simples, claras y equitativas, en las que el éxito y el fracaso dependan del consumidor, jamás y en ningún caso del burócrata.