Blog de Juan Luis Miranda

3/2/10

En desbandada









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Me pregunté si los pasos me guiaban
por el camino correcto
y en la duda descubrí sucios
mis zapatos nuevos
y vi que ya era tarde
para postrarme de hinojos
a devolver al viento
el polvo del camino.
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Olvidé el halago. Me vi
pronto al cadalso
como un hombre nuevo
lo mismo que un hombre viejo
que no presume el aliento de losotros
y todo lo perdona.
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Y mis pasos volvieron
y de la camisa hice hatillo
y de la corbata soga
y de mi renuncia camino
hasta el árbol de la vida
donde perecen furtivos los sueños
en franca desbandada.
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13/1/10

A la amanecida










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Eras mi único amor, mi amada viva,
hecha de algodón, de agua y de hierba,
barataria párvula enlazando dichosa
tus manos a las mías.
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En ti me hice a la mar y en ti
me vi ¡sólo! surcando
de la razón vulgar a la locura
aventado por velas sin aliento
ejército sin remos, sin orilla
hilván sin verbo
herida de blanda costura.
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13/11/09

Jenny Ekholm X









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Nuestros hijos han muerto.
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A ellos regresaremos
a su vientres de cartón
a acariciarles
la blanca calavera
a explicarles tú y yo juntos el sentido
de las cosas mismas
ya oculto a sus ojos secos.

Nuestros hijos
nuestros hijos muertos.
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30/9/09

Flores muertas









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Cuando vuelvas me habré ido.
Hallarás la mesa puesta, la olla fría
en las copas gozosas huellas de estos labios
sin ansia, pétalos al aire
por el pabellón de flores muertas
donde duermen vagas tus presencias
místicas, huidizas, tan lejanas.
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14/7/09

Necesito cerrar los ojos (III)

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No recuerdo bien porqué. El hecho es que dejé de leer durante unos años. La naturaleza estaba haciendo bien su trabajo: crecía a lo alto y me alimentaba, igual que los hombres antiguos, haciendo rapiña de la vida. Mi familia era, es, una familia modesta, en el sentido literal del término; sin embargo jamás hubo un tiempo en que no dejase de entrar un nuevo libro por la puerta. Entré en la facultad y, lejos de tomar gusto por los códigos, le tomé afición a las pastillas: rohipnol, ribotrip, tranxilium… Esto ya lo sabes. Era un mocoso experto en fármacos, el nutriente perfecto para mi dolencia: la fobia al otro. En invierno, cuando el frío apretaba, me cobijaba como un perro en la biblioteca. Allí leí a Burroughs, a Keruac, lo de la Beat. Recuerdo un tipo con pinta de opositor a notarías (probablemente lo sería) que me lanzaba ráfagas por encima de sus gafitas cromadas; conocía su reproche, este guarro de pelo largo ocupando un sitio en la biblioteca para leer libros de fantasías. Claro que yo jamás quise ser abogado, y por tanto me importaban un carajo todo aquel tipo de conflictos. A mí , lo que de verdad me importaba, era encontrar un porqué a aquella existencia entre extraños a los que detestaba. Ya fuese por el desconocimiento que acarrea la juventud, o sencillamente que mi sesera no daba para más, pasé de puntillas por Cernuda y JR Jiménez. Sin embargo, tenía que ser así, me topé a los malditos. Leí a Rimbaud, Verlaine, y sobre todo a Baudelaire, quizá junto con Jiménez el único poeta al que mi memoria alcanza a recitar, y al que me entregué largo tiempo, tirado al fresco en algún rebate de la Judería en verano, o guarecido de la lluvia bajo la arcada del Patio de los Naranjos en invierno. Comprendí que el arte no es más ni menos que el éxtasis por la contemplación. Aprendí a prevenirme de los demagogos, de los artistas de la pose, de las niñas encandiladas y del consejo ajeno. Amé por primera vez como al tiempo amé la última: sin contemplaciones. Me subí a horcajadas al lomo de la serpiente y me lancé a una lenta y constante huida, aventado por el principio de que lo bueno, lo cierto, está siempre por llegar. Está siempre por llegar. Cuando por la fatiga, el hemisferio razón me abandona como a un perro en medio de la vía, pido a mis instintos me aparten del peligro, ahí, a la cuneta de la certeza, dejando a losotros su transitar.
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La Voz, …. Baudelaire.
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Mi cuna estaba adosada a la biblioteca

Babel sombría, donde novela, ciencia, fábula,

todo, la ceniza latina y el polvo griego

se mezclaban. Yo era alto como un infolio.

Dos voces me hablaban. Una, insidiosa y firme,

decía: “La Tierra es un pastel lleno de dulzura;

yo puedo (¡y tu placer será entonces sin límite¡)

despertarte un apetito de igual tamaño. “

Y la otra: “¡Ven¡ ¡Oh, ven, viajero en el sueño

más allá de lo posible, más allá de lo conocido¡”

Y esa cantaba como el viento en los arenales

fantasma quejumbroso, venido no se sabe de dónde,

que acaricia el oído, y sin embargo espanta.

Yo te respondí “!Si, dulce voz¡” De entonces

data lo que se puede ¡ay! llamar mi llaga

y mi fatalidad. Detrás de los decorados

de la existencia inmensa, en lo más negro del abismo,

veo distintamente mundos singulares,

y, víctima de mi clarividencia extática,

arrastro conmigo serpientes que me muerden los zapatos.

Desde este tiempo, igual que los profetas,

amo tan tiernamente el desierto y el mar;

desde entonces me río en los duelos y lloro en las fiestas.

y encuentro un gusto suave al vino más amargo;

tomo muy a menudo los hechos por mentiras

y, con los ojos en el cielo, me caigo en los agujeros.

Pero la voz me consuela diciendo: “Conserva tus sueños;

los cuerdos no los tienen tan bellos como los locos”.

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