Los goznes del Portón del Día giran
en su pavorosa mecánica
confundiéndoos en su trajín
a vivos y muertos, mientras yo
soldado que guarda el paso
velo el sueño hasta mi hora.
Pues en verdad soy yo,
el guardián del Portón del Día
y como pago a mi estático penar
ordeno -es mi privilegio-
escuchéis previo a marchar
lo que os debo decir.
No administro piedad ni ira.
No concedo perdón ni inflijo tormento.
No profeso afectos ni decoro la mentira
con ropajes de falsa verdad.
Tampoco os juzgo,
como tampoco os deseo bien ni mal,
ni albergo recuerdo de vuestros hijos muertos
ni por ellos siento pena alguna.
No pregunteis si pronto
hallareis su abrazo. Todo ignoro.
Y si aún habita alguna esperanza
en vuestros corazones, vuestra es
que ni el roce de esas vuestras túnicas pretendo
ni bajo mi coraza guardo alhaja arrebatada a otro.
Llevad pues con vos vuestras riquezas
el oropel, las guirnaldas si alcanzásteis la victoria.
Arrostrar otros la infamia del fracaso y la derrota.
Llorad unos, alzad la cabeza otros.
Cruzad como habeis vivido
dando este trance por concluso.
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