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Arriados por el suelo duermen
los vuelos de mis quimeras
y tú en mi casa
honda y negra
afeitas los espejos
de secretas voluntades
siendo la carne
como las horas
crudamente consumida
y el vino, que tumbado sonríe
de nostalgia embriagado
desde el jergón te llama
voraz a mi locura.
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